El trayecto llega a su fin.
Hace tres meses comenzamos un
viaje a través del tiempo y la historia de nuestro querido planeta, cuya
finalidad más importante era conocer y comprender las diferentes herramientas
de las que disponemos actualmente para poder reconstruir los distintos ecosistemas
que se han sucedido en la historia de la Tierra.
Y es que si algo está claro, es
que las antiguas especies no tenían biólogos, geólogos, meteorólogos y demás
naturalistas que dejasen constancia de cómo era el mundo que habitaban, de modo
que nos corresponde a nosotros averiguar cómo era su planeta Tierra, cómo eran
todas las Tierras (Figura 1).
Desde entonces, este blog ha
hecho las veces de cuaderno de bitácora de tal viaje, y esta entrada en
concreto será el informe final, en el que se incluirán los objetivos
propuestos, los métodos utilizados y las conclusiones a las que se han llegado.
Finalmente, de igual manera trataremos por qué vuestro guía, un servidor,
decidió de entre todo el maremágnum de artículos y disciplinas disponibles, la
senda de la Paleoecología.
Figura 1.- Paleogeografía terrestre. |
Dicho esto, comencemos con la
conclusión de la aventura…
Los objetivos
Sería lógico preguntarse en un
primer momento ¿Por qué esos artículos y no otros? ¿Qué tienen de especial?
Pues bien, cada una de las tres
entradas realizadas tenía el mismo objetivo: Demostrar la valía de los restos
fósiles hallados en los distintos yacimientos paleontológicos del mundo y
ciertas cualidades de los mismos, como su estado de conservación, para estimar
y establecer aspectos fundamentales sobre el entorno que habitaban y sus
relaciones con el mismo, además del clima y los ecosistemas (figura 2) que
imperaban en esa zona del mundo en el momento en que algún simpático espécimen
decidió dejarnos un icnofósil para la posteridad o que, tristemente, pereció,
con la fortuna de que se dieran los procesos necesarios para quedar igualmente
preservado.
Así, volviendo la vista atrás, en
nuestro viaje hemos podido determinar varios parámetros sobre distintos
ecosistemas terrestres, en distintas zonas del globo, en distintos periodos de
la historia de la Tierra y ayudándonos de distintos tipos de organismos.
Más concretamente, empezamos
determinando si los foraminíferos eran un buen indicador del nivel del mar y,
más adelante, proseguimos el viaje investigando si era posible averiguar la
alimentación de distintas especies y el ecosistema que habitaban a partir de
sus restos fósiles. Finalmente, la última de nuestras entradas fue la más
compleja, pues en ella analizamos, además de los restos esqueléticos de
multitud de taxones distintos, otros aspectos del yacimiento, como la
estratigrafía del lugar o la disposición en el espacio de los susodichos
restos.
Figura 2.- Reconstrucción de un ecosistema Paleozoico. |
Las herramientas
Ahora bien ¿Cómo pudimos hacer
todo eso? ¿De qué herramientas dispone la Paleontología para hacer estudios
paleoecológicos? Para responder a esta pregunta, volvamos a fijarnos en las
entradas anteriormente comentadas:
En nuestra primera parada, las
marismas de Sudáfrica, pudimos confirmar la fiabilidad de los foraminíferos
como indicadores del nivel del mar en tiempos pasados gracias, principalmente,
a un principio que los geólogos usamos día sí y día también, el principio de
uniformismo y actualismo de James Hutton, según el cual “el presente es la
clave para entender el pasado”.
En resumidas cuentas, se determinó
que los distintos tipos de foraminíferos presentan una zonación vertical en las
marismas de Sudáfrica, todo con la ayuda de otra de nuestras herramientas
clave, los programas informáticos como C2 o CONISS, que nos permiten llevar a
cabo la labor estadística.
Pero claro, ¿cómo pudimos estar
seguros de que esta misma tendencia se sustenta en todo el mundo? Recurriendo a
una de las herramientas más importantes: la bibliografía existente, nuestros
propios estudios. Fue así como, al concordar los resultados obtenidos en
Sudáfrica con los obtenidos por otros estudios en otras partes del mundo,
pudimos normalizar la tendencia y dar por cerrado el debate: la presencia de
determinados tipos de foraminíferos en el registro fósil nos permite
reconstruir ecosistemas pasados (Figura 3).
Figura 3.- Reconstrucción de un ecosistema Mesozoico. |
En el caso de la segunda parada
de nuestro viaje, hablamos sobre la megafauna sudamericana del PleistocenoTardío, su alimentación y el ecosistema (figura 4) que habitaban, para poder
estimar qué nicho ecológico ocupaban en el mismo.
Para ello, hablamos sobre varias
disciplinas que podíamos usar, como la ecomorfología (la relación entre el
nicho ecológico de una especie y sus adaptaciones morfológicas) o la principal
del estudio, los análisis isotópicos sobre el esmalte, la dentina u otros
elementos que tengan relación con la alimentación, como los coprolitos.
Concretamente, el grueso de
nuestros análisis era establecer el tipo de planta de la que se alimentaban los
géneros estudiados ya que, en función del metabolismo del que dependiese el
alimento en cuestión (plantas tipo C3, C4 o CAM), los
valores del análisis darían unos resultados u otros, pudiendo así etiquetar
cada animal como ramoneadores, pastadores o animales con dieta mixta.
Además, en esta entrada
introducimos una de las disciplinas que usaríamos en la última parada del
viaje, la palinología (el estudio de los pólenes y las esporas), que nos
permite inferir el tipo de plantas presentes en determinado lugar (en nuestro
caso, qué clase de bosque habitaban los animales a estudiar).
Figura 4.- Reconstrucción de un ecosistema Cenozoico. |
Finalmente, llegamos a la última
parada de nuestra aventura, el Parque Cretácico, donde nos encontramos con el
yacimiento español de Lo Hueco (Cuenca). En esta ocasión, nos propusimos
recopilar toda la información que nos aportasen tanto los restos fósiles (desde
pólenes hasta saurópodos, pasando por plantas, invertebrados, peces, tortugas,
cocodrilos y un largo etcétera) como las características sedimentarias y
estratigráficas del propio yacimiento.
Así, introdujimos la novedad
estrella respecto a las anteriores entradas, la estratigrafía como herramienta
para deducir un ecosistema antiguo (Figura 5). Concretamente, en nuestro
estudio, el registro sedimentario presentaba una sucesión de lutitas margosas,
pero había una litología clave para nosotros, un paleocanal arenoso de brechas
y conglomerados, que presentaba la
peculiaridad de que todos los restos encontrados en sus proximidades
presentaban un mayor grado de dispersión y desarticulación.
La presencia de tal morfología,
apoyándose además en las características de cada uno de los otros
microambientes de sedimentación que se podían apreciar en el yacimiento, pone
en manifiesto la presencia de un río en el antiguo ecosistema que imperaba en
Cuenca en el Cretácico Superior.
Además, esta teoría concuerda con
la información extraída de los restos fósiles (ya sean palinológicos, botánicos
o zoológicos) del yacimiento, ya que la presencia de algas, peces, tortugas y
otros tipos de animales de agua dulce encontrados en la zona denota la
existencia de un ecosistema fluvial.
Por último, también recurrimos a
análisis isotópicos de los restos para determinar variables climáticas como la
temperatura, las precipitaciones y la variación estacional de temperaturas,
obteniendo unos resultados similares a los que presentan hoy en día las
regiones subtropicales.
Figura 5.- Reconstrucción de una escena acuática. |
Las razones
Finalmente, ya sólo queda una
incógnita, ¿por qué escoger la paleoecología como tema central de las entradas?
Se podría respondes de varias formas:
Primeramente, podría argumentarse
que es una forma de mostrar a todo aquel que buenamente decida dedicarle unos
minutos a leer este blog divulgativo que la paleontología no se reduce
únicamente a describir la morfología de las especies que tiempo ha existieron
en nuestro planeta y a ubicarlas en el árbol de la vida, estableciendo sus
relaciones filogenéticas con otras especies conocidas y así entender los
mecanismos evolutivos a gran y pequeña escala, sino que también es uno de los
pilares básicos para poder deducir los climas y ecosistemas que presentaba la
Tierra hace millones de años y sus variaciones, de forma que podamos comprender
las tendencias globales e incluso hacer predicciones de futuro.
Otro posible argumento es la
utilidad que tiene como aporte al conocimiento general que servirá como base a
estudios posteriores, pues si, por ejemplo, se conoce bien el clima de una
determinada zona del mundo en un determinado tiempo, es mucho más fácil deducir
el por qué de las posibles adaptaciones morfológicas que presenten los restos
de alguna nueva especie descubierta en tal zona y que date de ese mismo tiempo.
Desde un punto de vista menos
formal y hasta con cierto toque humorístico (aunque no deje de ser verdad),
puede afirmarse que la paleoecología es una disciplina muy importante, ya que
ofrece trabajo a los paleoartistas (como bien deja en evidencia esta entrada) y, sin ella, sus obras quedarían bastante
menos completas. Todo es mejor con un buen entorno alrededor.
En cualquier caso, la verdadera
razón no es ninguna de las anteriores por sí sola, sino más bien una mezcla de
todas ellas, pudiéndose resumir como una sola razón: El interés que despierta
en mí. Y es que al fin y al cabo, la participación en este blog es algo que es
mejor hacer con interés en ello, así que lo más importante es preocuparse por
buscar un tema con el que de verdad te encuentres a gusto y satisfecho con tu
trabajo.
Por último, ya sólo me queda despedirme
y animar a todo aquel a quien le pueda interesar el tema de la paleontología como
un hobby a que siga informándose (que hay mucho que ver y cada día nuevos
descubrimientos) y a todos aquellos que
puedan hacer de esta ciencia su forma de ganarse la vida a que sigan excavando,
que nunca sabemos qué nos espera escondido en el subsuelo, ni durante cuánto lo
hace... Y para estar motivados en dicha labor, os dejo una cancioncita ;)
Figura 6.- ¡Este simpático espécimen se despide también de vosotros! |
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