El encuentro de un niño con los viejos gigantes
Ya han más de 17 años desde que vi por primera vez Jurassic
Park junto con mi padre en uno de esos anticuados reproductores de VHS que por
aquel entonces eran la última tecnología en España. Aún recuerdo el momento en
el que mi madre le dijo a mi padre que no viera esa película por si tuviese
pesadillas durante esa semana. Quién iba a imaginar que en mi tierna memoria
infantil se me presentaría un mundo repleto de grandísimas criaturas
prehistóricas parecidas a dragones, solo que con la certeza de saber que en
algún momento del pasado caminaron por la faz de la Tierra.
Desde ese momento, mi fascinación por estos animales fue in
crescendo, devorando cientos de libros con cierto nivel divulgativo, películas,
series y documentales. Con el paso de los años, me di cuenta de que los
dinosaurios tan solo eran una pieza más del gran mosaico de formas de vida que
alguna vez habitaron la Tierra, de manera que también se volcó mi interés sobre
los mamíferos prehistóricos del Cenozoico, los gigantescos artrópodos del
Paleozoico y cuánto ser viviente que el hombre moderno no haya visto nunca con
vida. Había descubierto la paleontología.
Ya me hubiera gustado subir a un dinosaurio cuando era niño
¡Hay que darlo todo!
Todas estas ansias de conocimiento me llevaron a la
conclusión de que la paleontología era algo más, es una herramienta importante para visualizar
un mundo pretérito que, aun siendo tan distinto al nuestro, también se parecía
al actual y de hecho, me permitía imaginar un mundo futuro (todo ello basado en
hechos científicos). De manera que, cuando empezamos este nuevo curso en la
facultad y me enteré de que una de las actividades evaluables consistía en la
realización de entradas de índole paleontológica en un blog, me surgieron una lluvia
de ideas colosal.
Sin embargo ya sabía con qué tema me gustaría empezar mi
primera toma de contacto con la paleontología en mi vida académica; y como los
dinosaurios Tyrannosaurus, Triceratops,
Diplodocus y Stegosaurus estaban
demasiado vistos, decidí buscar los grupos de dinosaurios menos conocidos,
mostrar los tipos de restos fósiles que suelen estar asociados a los
descubrimientos de estos seres y las conclusiones a las cuales habían llegado
los paleontólogos a la hora de describir nuevos taxones en este año 2015 . De
esta manera surgieron las entradas: 1ª Ovirraptorosaurios en Norteamérica:Aquellos olvidados o el renacer de una familia, 2ª Icnitas de dinosaurios en China: un paseo por la morada de los dragones y 3ª Restos de un abelisaúrido en Argentina. Llega uno más a la familia.
¿Y por qué te decidiste por estos trabajos?
Dejando de lado estos títulos tan “literarios”; me gustaría
exponeros las razones por las cuales decidí presentar estos trabajos. Para
empezar, los grandes parajes de Canadá, China y Argentina no fueron
seleccionados al azar; todos estos países se encuentran en la vanguardia de
fósiles de dinosaurios bien sea por su importancia en la historia
paleontológica (En Canadá se descubrieron una gran parte de los dinosaurios que
son conocidos popularmente), los yacimientos excepcionales a nivel de
conservación y concentración fosilífera (La biota de Jehol en China nos ha
aportado un ecosistema completo en el cual eran dominantes los “dinosaurios
emplumados”) y los lugares que actualmente están batiendo records (En la
Patagonia argentina se descubren dinosaurios que eclipsan en tamaño a otros
dinosaurios en otras partes del mundo).
La razón por la cual escogí los descubrimientos relacionados
con dinosaurios terópodos del Cretácico es bastante sencilla, los terópodos son
el grupo taxonómico de dinosaurios más abundante tanto en el registro fósil
como en la zoología actual (debo recordar que las aves son en realidad
dinosaurios terópodos especializados en el vuelo y que se han descrito más de
4.000 taxones) y el periodo Cretácico es el periodo geológico que más especies
de dinosaurios ha aportado al registro fósil del Mesozoico. Ante este gran
repertorio, decidí elegir los grupos de dinosaurios menos conocidos, que no por
ello representativos en su tiempo, como son los ovirraptorosaurios y los
abelisáuridos o los icnogéneros que posee una tratamiento distinto a los de
los grupos taxonómicos con los que
estamos familiarizados (lo que se conoce como parataxonomía).
Los tipos de restos fósiles también tienen su importancia
porque gran parte de la labor paleontológica que se lleva a cabo consiste en el
análisis de restos muy fragmentarios (como
son las garras, partes de las mandíbulas, húmeros fémures y vértebras) o de las
pistas de la actividad que dejaron los dinosaurios en algún momento del tiempo
(como son los rastros de icnitas). Es a partir de estos restos con los cuales
los paleontólogos pueden reconstruir la apariencia aproximada del animal, el
papel que desempeñaba en el ecosistema e incluso puede redefinir hechos que se
tenían por indiscutibles en la comunidad científica (por ejemplo la nueva
distribución que tendrían los ovirraptorosaurios en la Norteamérica del
Campaniense, la esperanza de encontrar una nueva especie de téropodo en China a partir
de un nuevo icnotaxón o el descubrimiento de una nueva especie de abelisáurido
que podría relacionar los géneros que habitaban la Argentina del Cretácico
Superior con los géneros enigmáticos de la región Indo-malgache de ese mismo
periodo).
Reflexión paleo-filosófica
Ahora que más o menos he realizado un poco de autospoiler, me
gustaría concluir con una observación que ya mencione en la anterior entrada:
<<Cada año se descubren de media unos 40 géneros nuevos de
dinosauros>>. Este hecho quiere demostrar que a pesar de que en 1822 el
excéntrico naturalista William Buckland describió la primera especie de
dinosaurio (Megalosaurus) y que en
1842 el Dr. Richard Owen bautizase este grupo de reptiles prehistóricos como
Dinosauria con solo tres géneros descritos (Megalosaurus,
Iguanodon e Hylaeosaurus), lo
cierto es que cada año los paleontólogos encuentran nuevas especies,
redescriben otras (como es el caso de Brontosaurus)
y desechan viejas teorías establecidas ante las nuevas evidencias (como fue
durante “el renacimiento de los dinosaurios” en la década de los 80, una
reforma del pensamiento científico que cambió radicalmente la visión de los
dinosaurios; desde reptiles gigantescos, lentos, estúpidos y casi desechos de
la evolución a seres de gran complejidad a nivel filogenético, eficientes en su entorno y
comportamiento muy desarrollado).
La paleontología se encuentra en constante cambio y es la
ciencia que nos permite reconstruir la historia de la vida en la Tierra, que se
puede definir como un libro perdido en la antigüedad, que ha sido despedazado
en miles y miles de trozos que por sí solos no representan mucha cosa, pero si
logramos unir todos los trozos en un orden concreto, tendremos a nuestra
disposición un libro que nos cuenta lo pasado, lo que es ahora y nos da pistas
de lo que podrían darse en el futuro.
A todos los lectores, muchísimas gracias y recordad que si
alguna vez habéis comido pollo, os habéis comido un dinosaurio, que si alguna vez
se ha cagado una paloma sobre el capó del coche, se ha cagado un dinosaurio y
que si alguna vez tuvisteis un pato de mascota (como tuvo un servidor),
tuvisteis un dinosaurio de mascota.
¡Este fin de curso nos veremos en la cena del dinosaurio!
Nochevieja de 1853. Sir Richard Owen despide el año en junto con la alta clase victoriana en el interior del iguanodonte que se exhibe en el Crystal Palace de Londres
Un último regalo del baúl espacio-temporal de DinoFriki
En ocasiones, los dinosaurios deciden salir del baúl (Algún envidioso dirá que he cogido prestada a la TARDIS del Doctor Who)
La misión que durante meses
ha desempeñado esta sección ha sido aumentar un poco más en los lectores
el interés por los dinosaurios, complementado de esta manera los trabajos
expuestos. Como colofón final para esta sección, me complace presentaron dos
páginas webs especializadas en el “Paleoarte” (Paleoartistry) y documentales de
dinosaurios (Primeval Pimetime), en las cuales se hace un recorrido histórico
de estos dos medios de divulgación que han sido muy importantes a la hora de
acercar al público las interpretaciones científicas del mundo prehistórico.
Y ya que como no podría ser de otra manera os ofrezco dos
documentales sobre depredadores prehistóricos y “la carrera armamentística depredador-presa” que
se desarrolló evolutivamente durante más de 500 millones en nuestro planeta.
Depredadores prehistóricos: Sangre bajo el agua
Depredadores prehistóricos: Garras y mandíbulas
Por cierto cuando acabemos los finales tenemos que ir a ver Jurassic World (Y ya de paso, sacarle los errores que tendrá y las novedades que supongo que habrá)
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