lunes, 28 de mayo de 2018

Investigador de Lagartos Vol. 4

Así pues, me despido con este último post. Creo que las palabras sobran ahora, el final se acerca y la tristeza es protagonista. Por si no nos volvemos a ver: buenos días, buenas tardes y buenas noches.




Un momento, un momento. Para que entendáis cómo he llegado a esta situación, copiando una cita de Jim Carrey en “El Show de Truman”, debería retroceder algunos meses atrás.

La primera vez que escribí en este blog, comenté cierto artículo sobre un fósil de hace 110 millones de años, donde quedaba constancia de un lagarto que podía correr de forma bípeda, seguramente como medio de huida. Personalmente el artículo me pareció bastante interesante, lo cual no supe trasmitir del todo en mi post, quedándose un poco largo. Con ello, se me abría un inmenso mundo de posibilidades para los siguientes artículos: la evolución del bipedismo en diferentes especies, un tema bastante amplio. Si mi yo del futuro hubiese sabido que eso no iba a pasar, quizá el post sería otro.

Lizars ran bipedally 110 million years ago

La decepción llegó con el segundo artículo. Nada encontré sobre sobre el bipedalismo o algo similar de 2018, nada. Así que debí cambiar un tanto el enfoque. Allí encontré la nueva senda: un lagarto pérmico que ya podía desprenderse de su cola para huir de los depredadores. La verdad que éste fue duro. Más largo que el anterior y con interminables descripciones sobre vértebras, hice alarde de mi capacidad de síntesis y publiqué una pequeña entrada. Je, no, como era de esperar, el post me quedó bastante largo y difícil de entender (procuraré arreglarlo algún día). Así enfilaba mi nuevo planteamiento: “Sistemas antidepredatorios en lagartos fósiles”. Suena bien, ¿verdad?

Caudal autotomy as anti-predatory behaviour in Paleozoic reptiles

Sonaba maravillosamente bien, incluso era interesante. Sólo me quedaba poner el punto y final con un artículo relacionado con los dos anteriores; sería cerrar un triángulo perfecto alrededor de ese tema. Qué desdicha la mía al ver que nada había. Así entré en una búsqueda desesperada por algo con una mínima relación con mis temas anteriores. Encontré lo que sería, para mí, mi mejor artículo en el blog, el más corto, más ameno, y más entendible aunque, eso sí, con una asociación un tanto débil con mis dos primeros posts: Una mandíbula de un lagarto triásico mostraba la mordida más potente de aquellos tiempos. Me las ingenié para relacionarlo y el resultado me pareció relativamente bueno.

A tiny Triassic saurian from Connecticut and the early evolution of the diapsid feeding apparatus

Ahora, habiéndome desviado irremediablemente del bipedalismo inicial, reconozco que este trabajo ha sido bastante interesante en muchos aspectos. He adquirido nueva información, ya sea de mis propios artículos o de los ajenos; he puesto a prueba mi capacidad de síntesis, la cual me ha decepcionado (tendremos que trabajar más); he mejorado mi oxidado inglés, etc, etc.

Además, he dado voz a unos pequeños seres marginados bajo la hegemonía de los dinosaurios. Me explico. Cuando se habla (a un nivel de 1º de carrera y anteriores cursos) de tiempos pasados se tienen tres visiones: la Tierra como una gran masa de lava, las gigantes criaturas que llamamos dinosaurios (de hecho, el nombre “lagarto terrible” no da mucho trabajo a la imaginación) y los mamuts. Seguramente por ser lo más atractivo para los muggles (los no biólogos o geólogos) es lo más conocido, y margina a unas cantidades inmensas de especies. Por eso, con estos artículos, abro una puerta de conocimiento a estos pequeños seres con habilidades asombrosas (qué bonita me ha quedado la frase).

Así pues, me despido con este último post. Creo que las palabras sobran ahora, el final se acerca y la tristeza es protagonista. Por si no nos volvemos a ver: buenos días, buenas tardes y buenas noches.


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