A lo
largo de estos meses, numerosos alumnos de Geología de la UCM hemos
estado publicando nuestras entradas en este blog, dando a conocer el
trabajo de investigadores de todas las ramas de la Paleontología.
Cada uno de nosotros eligió un tema alrededor del cual girasen sus
publicaciones, el denominador común de todas ellas. En mi caso,
podría decirse que el hilo conductor han sido tanto la paleoecología
como las extinciones.
¿Por
qué estos dos temas que, en un principio, parecen no tener nada que
ver el uno con el otro?
Principalmente,
porque la alumna cuyas palabras están leyendo tiene una mente un
poco rebuscada y le fascina encontrar conexiones y enlaces entre los
distintos elementos de un sistema, ver cómo funciona un aparato a
partir de sus distintas piezas. Y a esto se dedica la paleoecología,
después de todo, a estudiar las relaciones que existían entre
organismos que, por unas causas u otras, ya no pueblan la Tierra. Es
una disciplina bastante compleja debido a que no nos es posible
observar directamente a los seres que se estudian, pero no por ello
hay que descuidarla: tal y como sugiere el principio del actualismo
en Geología, los procesos que actuaron en el pasado lo siguen
haciendo hoy día, así que lo que ocurrió en el pasado puede volver
a suceder en el futuro.
La
Tierra es una compleja máquina llena de engranajes cuyo movimiento
regula el de sus vecinos, de forma que cuando una pieza desaparece,
las que dependen de ella lo resienten. Y así entramos en el terreno
de las extinciones, esos eventos catastróficos cuyas causas no
siempre están del todo claras pero cuyas consecuencias son más que
evidentes. Las extinciones, especialmente las masivas, pueden suponer
la desaparición de taxones enteros en un tiempo muy breve
(geológicamente hablando). Sin embargo y en contra de lo que se
pueda pensar, no afectan tanto al funcionamiento del ecosistema al
completo.
En
la primera entrada presentábamos el artículo "Contrasting the ecological and taxonomic consequences of extinction", que
trataba sobre el impacto de tres extinciones en los paleoecosistemas
del este de Estados Unidos. Los tres eventos elegidos eran la llamada
M4/M5, a finales del Ordovícico; y las extinciones masivas de
finales del Ordovícico-principios del Silúrico y finales del
Devónico. Las paleocomunidades afectadas que se estudiaron
pertenecieron al bentos marino y a arrecifes.
Tras
analizar en paralelo el número de taxones y la cantidad de modos de
vida antes, durante y después de la extinción, los autores del
artículo llegaban a la conclusión de que la pérdida de taxones no
siempre conlleva la pérdida de modos de vida. Los nichos ecológicos
vuelven a rellenarse con nuevas especies, y mucho tiene que alterarse
el entorno para que dejen de ser viables. El sistema, al final, sigue
funcionando, aunque eso suponga reponer por completo las piezas que
lo componen.
El
artículo en el que se basaba la segunda entrada era "Controls on niche stability in geologic time: congruent responses to biotic and abiotic environmental changes among Cincinnatian (Late Ordovician) marine invertebrates", y
en él se trataba la estabilidad o no a lo largo del tiempo de
distintos nichos ecológicos marinos del Ordovícico. Para comprobar
si estos nichos se mantenían en el tiempo, las autoras estudiaron
fósiles marinos procedentes de Ohio correspondientes a un intervalo
de unos tres millones de años y recurrieron a modelos de nicho
ecológico (también llamados ENM).
El
resultado fue que los nichos eran estables frente a cambios en el
medio que no tuvieran que ver con factores biológicos y que fuesen
graduales, pero cuando las modificaciones eran bióticas (por ejemplo
una invasión de taxones alóctonos), algunos taxones alteraban su
tolerancia ecológica y reducían la extensión de su nicho. De esta
forma, los especialistas podían correr el riesgo de desaparecer,
pero los generalistas perduraban y quedaba “hueco” para los
taxones recién llegados. Una vez más, el sistema encontraba la
forma de seguir funcionando pese a los cambios en sus piezas.
"Quantifying the process and abruptness of the end-Permian mass extinction" es el artículo en el que se basaba la tercera entrada y
el último que divulgábamos en este blog. En él los autores
trataban de averiguar, a través del estudio de secciones fosilíferas
de todo el sur de China, cómo de rápida fue la extinción de
finales del periodo Pérmico, probablemente la más grande de las
cinco masivas que se tienen documentadas hasta la fecha. Para medir
la rapidez de este evento y aclarar si se produjo en un solo pulso o
en varios, se realizaron correlaciones entre las distintas series
estratigráficas y se rastrearon en ellas la primera y la última
aparición de más de mil especies de distintos clados.
Para
procesar todos estos datos fue necesario diseñar un programa nuevo,
el CONOP, capaz de integrar los datos de todas las especies
presentes en todas las secciones. Los resultados arrojados por el
estudio finalmente confirman que la extinción se produjo en un solo
pulso y en un periodo de tiempo inferior a un millón de años. Esto
quiere decir que las extinciones pueden ser realmente rápidas... en
escala geológica, por supuesto; aunque hoy empezase una, ninguno de
los lectores de este blog llegarían a ver sus verdaderos efectos.
Y
así llegamos al final, aunque sea sólo de esta entrada, pues
todavía quedan muchas preguntas sin respuesta en el terreno de la
paleoecología. Porque a veces no basta con saberse una ristra de
nombres científicos y conocer millones de fósiles distintos, sino
que también hay que ser capaces de establecer las relaciones que
había entre los organismos que dieron lugar a esos fósiles para
entender mejor por qué vivieron en el periodo y el lugar donde
existieron y por qué desaparecieron. La biosfera, como todas las
partes de la Tierra, es un complicado sistema lleno de piezas que
interaccionan unas con otras de forma parecida a los engranajes de un
reloj. Si queremos entender su funcionamiento, no basta con conocer
el nombre de esos engranajes: también es necesario comprender cómo
se relacionan unos con otros.
Referencias
-Brame H. M. R. and Stigall A. L. 2014.
Controls on niche stability in geologic time: congruent responses to
biotic and abiotic environmental changes among Cincinnatian (Late
Ordovician) marine invertebrates. The Paleontological Society 40:
70-90.
-Christie M., Holland S. M.
and Bush A. M. 2013. Contrasting the ecological and
taxonomic consequences of extinction. Paleobiology 39:
538-559.
-Wang
Y., Sadler P. M., Shen S., Erwin D. H., Zhang Y., Wang X., Wang W.,
Crowley J. L., Henderson C. M. 2014. Quantifying
the process and abruptness of the end-Permian mass extinction.
Paleobiology 40: 113 – 129.
Y antes de que se me olvide... ¡Felices, largas y prósperas vacaciones!
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