domingo, 8 de junio de 2014

Los verdaderos escribas e historiadores de la historia natural

Introducción

Mucha gente se preguntará qué es lo que tienen en común una caca fosilizada ("Coprolito, si la caca fuera oro, tú serías mi tesoro") , las huellas fósiles de un reptil al desplazarse ("Científicos usan la máquina del tiempo de Emmett L. Brown (más conocido como “Doc”) para viajar al pasado y conocer más sobre los primeros reptiles"), y un montón de galerías y trazas fósiles dejadas por invertebrados en el sedimento de una plataforma continental ("Las marcas que graban el pasado en la fría y húmeda plataforma continental") . A priori, la palabra que las relaciona es fósil, pero, hay mucho más tras ellos. Para ello hay que buscar el origen de estas estructuras que hoy encontramos en la fría y dura roca. Tras esto, ya sabemos que todas fueron trazas originadas por algún o algunos organismos vivos.

Ya tenemos la clave: Estructuras fósiles generadas por seres vivos. Esto nos lleva hacia el maravilloso y desconocido mundo de...¡La PALEOICNOLOGÍA!

¿Qué es eso de la paleoicnología? Bueno, “paleo” se refiere a lo antiguo, solo queda saber de qué trata la icnología. La icnología es una ciencia que envuelve el estudio de las trazas producidas por seres vivos en o sobre el sustrato que incluye el estudio de temas como la bioturbación, bioerosión y biodeposición (Bromley, 1996). Así, podemos concluir que la paleoicnología es la aplicación de la icnología a las estructuras fósiles debidas al comportamiento de los seres vivos del pasado (Gámez Vintaned & Liñán, 1996).


La paleoicnología

La paleoicnología nos permite conocer y comprender mejor el comportamiento de organismos pasados.

Claro está, el mundo de la paleoicnología tampoco es un cuento de hadas donde todo es maravilloso. En la paleoicnología surgen diversos problemas. Varios de ellos están relacionados con los propios productores de las estructuras, pues en la mayoría de los casos se encuentran en rocas poco fosilíferas (principalmente debido a que son producidas por organismos de cuerpo blando, por lo que no es probable que fosilicen) (Buatois & Mángano, 2011), por lo que es difícil asociar el productor con la marca dejada. Otros problemas añadidos son que un mismo organismo puede producir más de un icnotaxón (debido a las diferentes actividades que ha podido realizar el organismo) o justamente lo contrario, que un icnotaxón este producido por más de un tipo de organismo (como por ejemplo, Skolithos, producido por anélidos, foronídeos, etc.) (Schlirf & Uchman, 2005) e incluso que una estructura haya sido producida por varios organismos al mismo tiempo o que haya sido reocupada (algo bastante normal en lo referido a bioturbaciones).

En cambio, no todo son problemas y desventajas, por ejemplo, los icnofósiles suelen encontrarse in situ, es decir, la mayoría de las veces se encuentran en su roca original. Además, la gran cantidad de aplicaciones posibles de la paleoicnología, la hace un as en la manga para un gran número de investigaciones en diversas disciplinas.


Aplicaciones

La paleoicnología tiene numerosas aplicaciones que la hacen una parte importante de un gran rango de disciplinas, que aunque en esta entrada no se tratan todas ellas (antropología, arqueología, etc.), se tratan las más importantes con respecto a la paleontología y la geología.

Etología

Las marcas o estructuras que dejan los seres vivos en el sedimento se relacionan con su comportamieno (Buatois & Mángano, 2011). Además, la clasificación etológica de las trazas fósiles es una de las más comunes y utilizadas en icnología. Esta clasificación fue propuesta inicialmente por Seilacher (1953) y contenía 5 categorías: cubichnia (marcas de reposo) (Img.1), repichnia (de desplazamiento), fodinichnia (galería de alimentación), pascichnia (pista de alimentación) y domichnia (galerías de morada). Posteriormente esta clasificación se ido perfeccionando y ampliando (Bromley, 1996).

Img.1: Cubichnia de Asteriacites. Fuente: Wilson & Rigby (2000)
Paleobiología

No se debería olvidar que los icnofósiles son producidos por seres vivos. Un estudio icnológico aplicado a la paleobiología nos puede dar el modo de vida, el nivel de motilidad de la fauna, el modo de desplazamiento (Curth et al., 2014) (icluso como ha ido evolucionando el modo de desplazamiento en un taxón a lo largo del tiempo) y sus características, el modo o las estrategias de alimentación y la relación de los seres vivos con el sustrato (Buatois & Mángano, 2011).

Paleoecología

También, gracias a los conocimientos icnológicos podemos conocer las relaciones de los organismos entre sí y con el medio. Las asociaciones de icnofósiles son capaces de mostrar de forma aproximada la comunidad de un ecosistema e incluso las relaciones entre ellos (los coprolitos son muestra de ello) (Silva et al., 2014). Pero no solo es eso, sino que además pueden delimitar bastante bien los cambios medioambientales, pues no solo se observan cambios en los icnofósiles y sus asociaciones, sino que además, principalmente observando las trazas fósiles, se pueden ver relaciones de corte entre ellas que sugerirían un cambio faunístico (Rodríguez Tovar & Dorador, 2014).

Además, la paleoicnología ofrece información muy importante con respecto a la paleoecología evolutiva, pues al igual que se observa que los “verdaderos” fósiles van cambiando y evolucionando, las características de sus icnofósiles evolucionan a su vez. De esta manera, cambios importantes en la evolución (tanto a nivel de especie como de ecosistema), tales como la conquista del medio terrestre o la explosión cámbrica, quedan grabados en el registro geológico.

Paleoambientología

Los icnotaxones o sus asociaciones suelen estar estrechamente limitados por factores ambientales, por lo que son muy útiles a la hora de reconstruir el tipo de ambiente deposicional en el que se produjeron (Buatois & Mángano, 2011).

Estratigrafía

La paleoicnología principalmente ha dado lugar a un impulso enorme de la estratigrafía secuencial.

En la estratigrafía secuencial, la paleoicnología permite reconocer las superficies de discontinuidad y para delimitar las superficies que separan diversos cortejos sedimentarios y las parasecuencias. Para ello es muy importante tener en cuenta los diferentes sustratos sobre los que se asientan las diferentes icnofacies, permitiendo identificar las distintas facies que constituyen una parasecuencia. De esta misma manera, en las superficies de discontinuidades se produce una mayor bioturbación debido a la no deposición de sedimenos, o se produce, si ha habido erosión, una colonización de sustrato más compacto por determinadas icnofacies.

Conclusiones y reflexiones:

Cuando empecé a hacer estas entradas, comencé porque los coprolitos me parecían algo bastante gracioso. Tras sumergirme y ponerme de mierda fosilizada hasta el cuello, pensé que el mundo de los “verdaderos” fósiles, los que mostraban la verdadera anatomía y características de estos “bichos” era demasiado “mainstream”, así que me dió la vena “hipster” y decidí darle escenario a la, entre los mortales, poco famosa y poco conocida paleoicnología. Poco a poco, entrada a entrada (imaginémonos al señor Simeone de paleontólogo), empecé a entender que las huellas y muestras de la actividad orgánica en las rocas eran, no nimiedades, sino verdaderas obras de arte que emulaban a los grandes historiadores del mundo clásico. Sin comerlo ni beberlo, iba descubriendo que la paleoicnología tenía una y mil aplicaciones en el mundo de la investigación, no solo en el ámbito de la paleontología, sino también en otras disciplinas como la antropología (las marcas de los huesos podían indicar marcas de dientes humanos, llevando a pensar en el canibalismo) o arqueología (pues las estructuras biogénicas variaban en sustratos artificiales y naturales).

Al final, me gustaría deciros que esta ciencia es todo un amor, que no la despreciéis solo porque no sea lo más llamativo, a priori, de la paleontología, pues puede dar una gran cantidad de conocimiento con tan solo unas cuantas marcas dejadas en la fría roca.

Bibliografía:

Bromley, R.G., 1996. Trace fossils, Biology, Taphonomy and Applications. Chapman & Hall, Londres, 361 pp.

Buatois, L. & Mángano, M.G., 2011. Ichnology: organism-substrate ineractions in space and time. Cambridge University Press, Cambridge, 358 pp.

Curth, S., Fischer, M.S. & Nyakatura, J.A. 2014. Ichnology of an extant belly-dragging lizard—Analogies to early reptile locomotion?. Ichnos, 21: 32-43

Gámez Vintaned, J.A & Liñán, E., 1996. Revisión de la terminología icnológica en español. Revista Española de Paleontología, 11: 155-176.


Schlirf, M. & Uchman, A., 2005. Revision of the ichnogenus Sabellarifex and its relationship to Skolithos and Polykladichnus. Journal of Systematic Palaeontology, 3: 115-131.

Seilacher, D., 1953. Studien zur Palichnologie I. Über die Methoden der Palichnologie. Neues Jahrbuch für Geologie und Paläontologie, Abhandlungen, 96: 421-456

Silva, P.A., Borba, V.H., Dutra, J.M.F., Leles, D., Da-Rosa, A.A.S., Ferreira, L.F. & Araujo, A. 2014 A new ascarid species in cynodont coprolite dated of 240 million years. Anais da Academia Brasileira de Ciências, 86-1: 265-270

Wilson, M.A. & Rigby, J.K., 2000. Asteriacites lumbricalis von Schlotheim 1820: ophiuroid trace fossils from the Lower Triassic Thaynes Formation, central Utah. Ichnos, 7: 43–49.

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